Jan Koller ha sido uno de los jugadores más atípicos que se ha visto sobre un terreno de juego. Permanece en la memoria de muchos aficionados al fútbol por sus peculiares características y su forma de dominar el juego desde las alturas. Con un tamaño propio de un pivot de baloncesto, tanto por altura como por envergadura, el delantero centro checo de más de dos metros era un nueve de referencia. Lo curioso es que aunaba un físico soberbio con unas condiciones técnicas notables.
Koller desde luego no era el clásico «tanque» que no sabía que hacer el balón en los pies (Véase Yordi). Koller no era un jugador al uso. Era un gran dominador del juego aéreo y consiguió muchos goles de cabeza, pero también era un futbolista muy listo, con buen desmarque y un amplio abanico de recursos ofensivos. Era tan peculiar que, pese a su tamaño, tiraba las faltas de manera muy notable.
La leyenda checa debutó en el Sparta de Praga en el año 94. En Bélgica jugó en Lokeren y Anderlecht. Hasta los 28 años Koller no llegó a jugar en un grande, fichando por el Borussia Dortmund, club en el que le recordamos. Con el conjunto alemán, y acompañado por Rosicky, Jürgen Kholer, Amoroso, Ewerthon o Jens Lehmann, logró la Bundesliga en su primera temporada y alcanzó la final de la Copa de la UEFA en 2002, contra el Feyenoord de Van Hooijdoonk, Jon Dahl Tomasson y Van Persie. En este partido Koller marco uno de sus mejores goles como profesional.
Internacional por la República Checha, coincidió con una gran generación de futbolistas como Nedved, Rosicky, Poborsky, Cech, Ujfalusi o Milan Baros, viviendo su mejor momento en la EURO 2004 de Portugal. Lograron alcanzar las semifinales, pero la rocosa a la par que ruin Grecia de Otto Rehagel les privó del sueño europeo. Koller es, hasta la fecha, el máximo goleador en la historia de su selección con 51 goles internacionales. La carrera de Jan Koller finalizó, tras un periplo por equipos como el Mónaco, Nuremberg, Krylia Sovetov o Cannes, en el equipo de su pueblo, el AFK Smetanova Lhota.